martes, 25 de marzo de 2008

Enfréntate con vos mismo, ese es el peor enemigo


"Porque eras grato a los ojos de Dios,
era preciso que la tentación te probase"


Tobías 12, 13

¿Acaso piensas seguir viviendo en la mediocridad, en la propia miseria sin siquiera levantar un poco la vista para ver que pasa a tu alrededor, que pasa dentro tuyo? Seguramente no quieres sufrir, estas cansado de que las cosas te salgan mal. Vamos a profundizar un poco mas altruistamente, que es el sufrimiento ligado a la cruz de Cristo y que significa renunciar a uno mismo sin caer en el masoquismo, sino más bien buscar gloriarnos solo en la cruz de Jesús.


Para empezar solo hablaré de la Santidad en el estado laical o seglar. Entendamos como punto de partida que en la vida laical todo parte desde un eje central al que son llamados los seglares. Ese es el MATRIMONIO. Si surgiese alguna teoría que quisiese hablar de Santidad en este estado y quisiera dejar la vida familiar de lado, sería como querer destruir las bases de las instituciones propias de la Santa Madre Iglesia o como muchos dicen "yo no necesito a los curas o ir a la iglesia para creer en Dios". Ahora bien, Dios quiere que cada uno se santifique desde el lugar que el nos puso, cueste lo cueste, suceda lo que suceda. Porque a menudo nos suele pasar que el mundo nos agobia, nuestros trabajos nos abruman y luego el desenlace final diario del hogar. La Santidad no es algo que se compra o se obtiene de un día para el otro, sino es más bien la suma del sudor y las lágrimas recogidas a los pies del crucificado, que darán como resultado ese estado de purificación interior. Es claro que el comienzo de una vida santa es Amar a Dios y al prójimo, porque si no sentimos realmente que Dios esta en nuestra escala de valores como pionero de nuestras vidas es inútil seguir, puesto que sin la base no habrá cimientos. Para seguir, Dios nos amo hasta el extremo y por eso Él mismo siendo todo se hizo nada, para sacarnos de la inmundicia y darse a todos los seres humanos. Todos fuimos creados a imagen y semejanza de Él, y por eso Él esta en todos y de ahí se desprende aquel juicio que dice: si no amas a tu hermano a quien ves, o sea, que tiene a Dios en sí mismo, mucho menos amaras a Dios a quien no ves. Entonces, si Dios esta en todos, todos tenemos algo de Dios y por ende, si no amo a los hombres no amaría esa parte de Dios que habita en ellos.


El apóstol Juan enseña que Dios es amor, si Dios es amor, cuando comulgamos, el amor entero entra en nosotros. Pero como se explica, sino achacando a nuestra falta de intimidad en la comunión, que después de haber comulgado no sintamos mayor amor a los demás. Se me viene a la mente aquellos Santos varones de Dios que llegaron a amarlo tanto que sus corazones se incendiaban de amor literalmente. Entre otos hechos que narraré, acá les expongo el del Padre Fray Miguel de los Santos:


Estando una tarde el Padre Teodoro de San Francisco hablando con dicho santo sobre el modo que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, y queriendo explicar el amor recíproco que hay en las divinas personas, vio que al dicho siervo de Dios, se le abrió el pecho, y salió por él una grande llama de fuego y que en el lugar a donde los hombres Tenían el corazón, Miguel de los Santos tenía una gran llama de fuego, lo cual dicho cura postrándose a sus pies lo reconoció como Santo. Y agrega que el Santo solía decir que para él no había agua que estuviese fría, es que tenía el pecho tan encendido y abrasado del amor de Dios, que era necesario echar cosas frescas en él.


Se cuenta de San Estanislao de Kostka:


Que era tan intenso el fuego que consumía su corazón, que en el rigor del invierno era preciso aplicarle paños empapados de agua helada.


El corazón del fundador de los Pasionista, San Pablo de la Cruz:


Ardía de tal modo en el fuego del divino amor, que más de una vez la parte correspondiente de su túnica de lana apareció completamente quemada y dos de sus costillas presentaban una curvatura notable al lado izquierdo.


Del amor al prójimo narrare un hecho realmente asombroso para nuestro "YO" aún no extinguido y que hasta es posible que juzguemos este hecho como demencia humana, o queramos utilizar los juicios o la moral correspondiente a las normas básicas de nuestra sociedad. Criterios que no son compatibles con el actuar de aquellos hombres puros, donde obraba mas bien Dios en ellos, que ellos mismos, debido a que sus "YO", se habían extinguido, ellos habían disminuido para dejar que Cristo crezca en ellos:


Un juez musulmán, indignado por una injusticia cometida contra el P. Redentor de la Orden de los Trinitarios, ordenó que diesen al ofensor seiscientos palos. Pero el P. Juan Gil, olvidado de la injuria, y "apiadándose de su bárbaro e injusto ofensor, con entrañas verdaderamente cristianas, suplicó con grandes instancias al juez que por el amor del sumo Dios no le hiciese mal; porque su contento y alegría, y lo que mejor estaba a un cristiano, y sobre todo de su oficio y cargo, era padecer mucho mas que no aquello, por Jesucristo, su verdadero Dios y Señor. Quedó el juez maravillado de ver una mansedumbre tan cristiana como esta… El fuego inextinguible del amor de Dios y del Prójimo, de que estaba abrazado el sensible y magnánimo corazón de Fr. Juan Gil le inspiró un arbitrio eficaz para librar de los tormentos a su agresor. Viendo que sus palabras eran ineficaces, se hecho sobre el turco que en tierra estaba tendido, y cubriéndole con el manteo, en un sublime y heroico arranque de caridad apostólica dijo al juez: A mí, señor juez, den los palos y no a él. Y tantas veces repitió esta suplica, que, al fin, perdonaron al turco y así, tanto turcos como renegados decían: Este sí que es sacerdote. ¡Que buen hombre! ¡Qué honrado cristiano! ¡Que virtud! ¡Que piedad!

miércoles, 19 de marzo de 2008

La vida Eterna




Si quisiéramos reflexionar directamente sobre la existencia del mas allá y querer demostrar que hay vida mas allá de la muerte, seguramente se nos haría muy difícil por no decir, imposible de evidenciarlo, debido a que carecemos de pruebas fehacientes para poder fundamentarlo. Es que ahí comienza toda nuestra vida en la fe, a sabiendas de que la muerte es el acceso a la vida, es la única forma de entrar en la eternidad.


Ahora bien, la eternidad no es el fin de algo para entrar en algo nuevo. Podríamos decir como dice el Teólogo Rollo Marín:


No acaba todo con la vida; todo vuelve al orden con la muerte.


Ese orden es Dios, pues cuando la muerte no existía la vida estaba en toda su plenitud, pero con el pecado accedió la muerte a la vida, por eso es que inversamente hablando se dice que con la muerte volvemos a la vida, todo vuelve a su estado natural, o sea a Dios.


A partir de este principio, yo creo que dentro del ser humano está escrita esta verdad por Dios en el centro del corazón de cada uno, incluso de los más agnósticos. Es muy probable que durante los años de esplendor, en la primavera de la juventud, nos olvidemos de Dios, pero al sentir próxima la muerte comenzamos a replantearnos sobre la existencia de la eternidad. Aunque no queramos aceptar la muerte, constantemente nos vinculamos con ella, vamos al cementerio, leemos en los diarios cuantos recién nacidos mueren, jóvenes que mueren, ancianos que mueren. Nos damos cuenta que la muerte esta en todas partes y llega cuando quiere. Nadie puede hacerse ilusiones, nadie se escapará de la muerte. No vale alegar argumentos, es inútil invocar el cargo o la posición social. No les aprovechó para nada la tiara a los Papas, ni el cetro a los reyes o emperadores, ni el poder a Napoleón o a Alejandro Magno, ni las riquezas a Creso, ni la sabiduría a Salomón. Todos murieron indefectiblemente.


Hoy me ha tocado a mí, pero mañana te tocará a ti.


Les voy a leer la declaración del médico Mr. Tronchin, protestante, que asistió en su última enfermedad al patriarca de los incrédulos. Va a decirnos él, personalmente, lo que vio:


"Poco tiempo antes de su muerte, Mr. Voltaire, en medio de furiosas agitaciones, gritaba furibundamente: Estoy abandonado de Dios y de los hombres. Se mordía los dedos, y echando mano a su vaso de noche, se lo bebió. Hubiera querido yo que todos los que han sido seducidos por sus libros hubieran sido testigos de aquella muerte. No era posible presenciar semejante espectáculo".
La Marquesa de la Villete, en cuya casa murió Voltaire y que presenció sus últimos momentos, escribe textualmente:
"Nada más verdadero que cuanto Mr. Tronchin –el médico, cuya declaración acabo de leer– afirma sobre los últimos instantes de Voltaire. Lanzaba gritos desaforados, se revolvía, se le crispaban las manos, se laceraba con las uñas. Pocos minutos antes de expirar llamó al abate Gaultier. Varias veces quiso hicieran venir a un ministro de Jesucristo. Los amigos de Voltaire, que estaban en casa, se opusieron bajo el temor de que la presencia de un sacerdote que recibiera el postrer suspiro de su patriarca derrumbara la obra de su filosofía y disminuyera sus adeptos. Al acercarse el fatal momento, una redoblada desesperación se apoderó del moribundo. Gritaba que sentía una mano invisible que le arrastraba ante el tribunal de Dios. Invocaba con gritos espantosos a aquel Cristo que él había combatido durante toda su vida; maldecía a sus compañeros de impiedad; después, deprecaba o injuriaba al cielo una vez tras otra; finalmente, para calmar la ardiente sed que le devoraba, llevóse su vaso de noche a la boca. Lanzó un último grito y expiró entre la inmundicia y la sangre que le salía de la boca y de la nariz".


Para terminar les dejo esta reflexión de un Filosofo pagano que con angustia exclamaba:


"Ningún sabio satisface esta duda que me hiere: ¿es el que muere el que nace o es el que nace el que muere?"

martes, 18 de marzo de 2008

La Santidad



Podríamos decir que el secreto de la santidad consiste en lograr una unión más fuerte día a día con Dios, es ir transformándose en Cristo, asemejándonos a él en todo. Esto significa vencernos a nosotros mismos, eliminar nuestros egoísmos, desaparecer para enaltecer la figura de Jesús. Gloriarnos solos en la cruz del Crucificado. En un principio nuestro estado natural gozaba en verdad de una verdadera santidad hasta que por el pecado perdimos ese estado y quedamos sumergidos en la más baja miseria humana con una inclinación obstinada hacia el pecado.

Por la gracia de Dios fuimos liberados, pero el pecado original quedó tan impreso en nosotros que pocos logran morir en olor de santidad. Ojalá pudiéramos proclamar con el apóstol Pablo:



Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia; líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Que hermoso misterio encierran estas palabras, a que edad espiritual avanzada hay que llegar para poder decir esto desde el corazón y con la certeza de este apóstol de Cristo.



El querer ser santo es una obligación, es asemejarse a Cristo, es anhelarlo con todo nuestro ser, es avanzar siempre con fe, suceda lo que suceda, es abismarse a las profundidades mas escarpadas confiando solo en Él, es desear a Dios y nada mas, es saber que lo único importante es Cristo y todo lo demás es basura, por eso dice el apóstol en otro lugar:



Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo…..



Entender esto es entender el principio básico que nos llevará directo a la santidad, no importa que fuiste antes, no importa que te ocurrió, no interesa tu pasado, es como una línea que se traza y a partir de ahí se mira hacia delante, puesto que la escritura dice:



Quien pone el pie en el arado y mira hacia atrás no es digno del reino de los cielos



Escuchemos a Santa Gema Galgani quien comprendió a la perfección las palabras de Pablo:



Comprendí entonces que las delicias del Cielo no son como las de la tierra. Me sentí presa del deseo de hacer continua aquella unión entre Jesús y Yo. Cada vez me sentía mas cansada del mundo y más dispuesta para el recogimiento.


Es evidente que quien camina hacia la santidad debe coincidir con esta verdad, puesto que no hay otro camino:



solo dios basta, Eleva el pensamiento, Al cielo sube, Por nada te acongojes, Nada te turbe.



Él es el que da sentido a nuestra vida y aunque suene repetidas veces en distintos lugares, solo por los frutos los conoceréis.
Por eso el apóstol enseña unos versos mas abajo:



Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.



Que hermoso sería que pudiéramos decir con Gema:



Quiso cierto día Sor julia entretener santamente a las niñas de su clase echando suertes sobre a quién le tocaba ser santa. Para ello tomo en la mano tantos palillos como niñas había. Los palillos eran todos iguales, excepto uno, el de la suerte, que era el mas largo. Oculto por uno de los extremos, cada niña iba tirando de uno, y la que tiraba del de la suerte debía ser santa. Tiró de él, casual o providencialmente, nuestra Gema, y sin poder contener el júbilo, dio un salto, y viendo en aquello algo más que un entretenimiento infantil, exclamó resuelta:


Sí, me haré Santa.

martes, 11 de marzo de 2008

Infidelidad


Como entender sin entender, como mirar sin mirar, son algunas de las palabras utilizadas por el Maestro de Galilea. La Biblia nos enseña que no todos podemos ver aunque tengamos ojos y no todos podemos oír aunque tengamos oídos. Si bien todo es gracia, también está la iniciativa que cada uno pone de su parte, el querer ser Santo no es fácil, pero si no lo deseamos jamas la alcanzaremos.



En las escrituras se cuenta que: juan 8, 3-11 los escribas y fariseos le llevan a una mujer sorprendida en adulterio y para ponerlo a prueba le dicen que la Ley de Moisés enseña que hay que apedrearla. Bien, en este cuadro tenemos la mala intención de estos hombres donde lo único que querían era sorprender a Jesús en algo, como por ejemplo actuando en contra de la ley de Moisés, estaban muy lejos de importarles si María había sido infiel o no.



En principio el acto verdadero es muy serio, y a Jesús le importa de verdad. La infidelidad atenta claramente contra la caridad, luego es también una ofensa directa frente a Dios, porque al haber efectuado un voto a Él, no lo cumplimos y atenta directo contra el Espíritu Santo, que de los dos conjugue hizo uno solo.



Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada.
Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro.



Al faltar a la palabra mentimos y caemos en el primer pecado entonces el circulo nuevamente queda sin cerrar disfrutando de aquellos deliciosos frutos prohibidos. Después aparece el egoísmo y la soberbia, porque nos auto declaramos libres como para rehacer nuestras vidas testificando que ya no necesitamos de la sentencia de Dios y soberbiamente nos hacemos centro de nuestras miserias.



Entonces nuestras almas se van oscureciendo y el sentido real de nuestra vida se irá extinguiendo cada vez mas y nos sumergiremos en un abismo donde difícilmente podremos escapar.



Para terminar, los agresores se van retirando uno a uno, empezando por los mas ancianos y acá vemos lo más hermoso del texto, no importa que hiciste, no importa cuan grande sea el pecado, lo único que interesa es el verdadero arrepentimiento reconocer que uno se equivocó y ese es el momento que está esperando Jesús y también nos dirá con mucha ternura.



Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»


miércoles, 5 de marzo de 2008

Misticismo


La vida sólo se encuentra cuando nos armonizamos con el que nos creó, es decir, frente a la transparencia interior que se exterioriza por las obras.
"Hermanos, ¿qué provecho, saca uno con decir: «Yo tengo fe», si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? La fe, si no va acompañada de las obras, está muerta en su soledad. Pruébame tu fe sin obras que yo por mis obras te probaré mi fe".
No se puede ser cristiano a medias, no podemos servir a Dios sin anhelar la santidad, sin cumplir sus mandatos. Ahora bien, esto no es cuestión de cumplir ciertas reglas para salvarnos para tener acceso al paraíso, el tema es aún mucho más profundo. Esto no significa como vulgarmente se dice, que una parte de nuestro cuerpo se desprenderá para habitar en un lugar determinado, sino que así como fuimos pensados antes de que existiéramos en este mundo, de la mismo manera volveremos allá, pero para hablar mas exactamente no hay un "allá", el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo, o sea que seremos uno con Dios. Ahí se encierra todo el misterio existencial, no gozaremos de un supuesto paraíso, porque solo Dios "Es", y solo en él existimos. Podríamos decir que la vida contemplativa es un comienzo de lo que va a ser la eternidad.
Fijémonos bien lo que dijo Pedro en el momento de la transfiguración del Señor:

"Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto.
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías."

¡Que experiencia! Si hubiera sido por Pedro anclaba ahí para siempre. Es un estado donde el alma se encuentra a sí misma, donde entiende que el único bien es Dios, donde lo único que existe es Él y nada más. Así será nuestra vida en el mas allá, de ahí que aquellos santos que comprendieron un poco de lo que va a ser vivir en Dios ya no querían mas nada de este mundo, entienden que todo lo que hay acá es pasajero y que solo por Él, con Él y en Él es lo que necesitamos y nada mas.

Es el eje central del cristianismo, es desear a Dios con todas nuestra fuerzas, nuestra inteligencia, con todo lo que somos. Es olvidarnos de nosotros mismos para darnos a Dios, es negarnos a nosotros para seguirlo, es cargar con la cruz, es despreocuparnos de querer ser feliz en este mundo para gozar de la verdadera dicha en Él, es buscar la cruz para poder entrar en la vida de los elegidos eternamente.

"Has de saber, hija mía, que mis caudales y tesoros están cercados de espinas, basta determinarse a soportar las primeras punzadas, para que todo se trueque en dulzuras."

Santa Brigida