miércoles, 30 de enero de 2008

Sean Santos


Desde tiempos inmemoriales se viene mencionando la palabra "Santidad", quizás sin comprenderla bien del todo, la podemos encontrar en varios libros de la Biblia:
  • Hombres santos seréis para mí
    Exodo 22, 30
  • Porque yo soy Yahveh, vuestro Dios; santificaos y sed santos, pues yo soy santo
    Levítico 11, 44
  • Habla a toda la comunidad de los israelitas y diles: Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo.
    Levítico 19, 2
  • Santificaos y sed santos; porque yo soy Yahveh, vuestro Dios
    Levíticos 20, 7
  • Sed, pues, santos para mí, porque yo, Yahveh, soy santo
    Levíticos 20, 26
  • Santos han de ser para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios
    Levíticos 21, 6
  • pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo
    Marcos 6, 20
  • Así lo hice en Jerusalén y, con poderes recibidos de los sumos sacerdotes, yo mismo encerré a muchos santos en las cárceles
    Hechos 26, 10
    Etc….
Pero también entendamos que sigue vigente en estos tiempos superficiales aunque parezca mentira, podríamos recordar al Padre Pío de Pietrelcina; El Santo cura de Ars; Don Bosco etc…. Que con sus ejemplos dejaron marcado el camino a seguir.
En el interior del hombre existe innato aquella pureza primera que luego perdimos por el pecado original y que recuperamos nuevamente en las aguas bautismales por la gracia de Dios, aunque quedamos inclinados hacia el mismo. De ahí surge el maravilloso llamado de Dios que retumba constantemente en nuestros oídos diciendo "SEAN SANTOS", camino difícil de recorrer debido a nuestra naturaleza que mata el interior y nos aleja del Creador y que solo busca deleitarse a sí misma con todo el egoísmo propio del hombre, esa es la carne con todas sus pasiones, esa es la lucha a la que estamos llamados, no nos conformemos con ser buenas personas esa es la gran mentira puesto que jamás lo llegaremos a ser, bueno solo es Dios, Mateo 19, 17. Apuntemos bien alto e intentemos escalar las cimas de la Santidad, pongamos nuestro máximo esfuerzo en ello que Jesús se encargará del resto porque solo Él es Santo y nos santifica, perdámoslo todo por alcanzarla como si hubiéramos encontrado aquella perla en medio de un campo y lo vendiéramos todo por comprarlo y quedarnos con ella, entonces así saborearemos los misterios escondido de aquel que se revela a los limpios de corazón (Santos) y podremos gritar que en medio del sufrimiento es posible tener paz y ser feliz, "que dicha Dios mío endulzar mis labios pronunciando tu bendito Nombre y sentir que jamás me sacio". Lean estas palabras de Santa Teresita:

Cuando le preguntaron cómo se lo arreglaba para estar siempre igualmente gozosa y serena, respondió: "Desde que nunca me busco a mí misma, llevo la vida más feliz que pueda imaginarse" 96. Durante su última enfermedad, le preguntaron cómo lo hizo para llegar a esta inalterable paz tan suya. Y contestó: "Me olvidé de mí, y procuré no buscarme en nada" 97. Cuando, pocas semanas antes de morir, le expresó su hermana, M. Inés, la pena que sentía al verla sufrir tanto, exclamó: "Sí, pero ¡que paz también! ¡que paz!".

martes, 22 de enero de 2008

El estado natural


Pero al presente, libres del pecado
y esclavos de Dios,
Fructificáis para la santidad;
Y el fin, la vida eterna
.
Romanos 6, 22


El estado natural

¿Podríamos preguntarnos que es la vida? ¿Que es vivir? ¿Quien soy? Etc… preguntas que desde los comienzos de la historia los primeros hombres se hicieron, ese enigma convivió y convive entre nosotros. Para intentar responder a esas cuestiones deberíamos remontarnos al principio de los tiempos donde la Escritura nos dice:

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.

Juan 1, 1-3

Bien, si partimos de este hermoso pasaje nos damos inmediatamente cuenta de que antes de la palabra estaba Dios, esto es algo inaccesible a nosotros, es un misterio inagotable debido a que para la raza humana no existe nada antes de la palabra en un sentido racional, (entendamos el pensamiento también como proceso de decodificación resultando de ahí la palabra), sin embargo Dios ya existía, la vida estaba. En nosotros la vida existe por medio de Dios, con Dios y en Dios. Por eso nos enseña Jesús:

En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.

Mateo 10, 30

Todo esta bajo su dominio, incluso desde antes que existiéramos, ya estabamos pensados, nada podemos hacer sin Él, todo depende de Él, aún entre las cosas mas insignificantes queda latente el perfume de Dios, el problema es que muchas veces no nos convencemos de esta tremenda realidad y en nuestra ignorancia creemos que todo lo podemos y que no necesitamos nada ni a nadie para poder cumplir con nuestras expectativas, en el fondo no utilizamos todo nuestro potencial y aun cuando creemos que hacemos las cosas bien en realidad las hacemos a media debido a que somos y estamos incompletos. Esto lo explicaba muy bien un Monje Zen llamado Taisen Deshimaru de la siguiente manera:

Pero en nuestra época todo el mundo quiere economizar su energía y se vive medias. Siempre se esta incompleto. Las gentes viven a medias, tibias como el agua del baño. Hay que aprender a penetrar la vida.

Penetrar la vida significa no solo avanzar con el cuerpo o la mente, sino con todo el ser, con todo lo que somos, no a medias sino enteros, no parcial sino total. Solo aquellos que se atreven a volar las cumbres más altas serán coronados pero no sin sangre previa, no sin sufrimiento ni dolor, para llegar a la rosa indudablemente habrá que pasar por las espinas, para llegar a la cima de la montaña habrá que esforzarse mucho. Volver a los orígenes nos dará las respuestas planteadas al principio pero solo reconociéndonos nada y sabiendo que algunas cosas sólo las alcanzaremos después de un largo recorrido donde nos sentiremos aislados, porque nadie nos puede acompañar, ese camino lo hacemos vos y yo a solas con Dios, un camino escabroso donde sentiremos momentos en que desfalleceremos y nadie nos entenderá, donde la muerte será nuestra vida y donde la vida será nada para hacerse una con Dios. Entender esto será como decir que los cimientos están bien colocados y nos dará una visión futura clara y precisa, el estado perfecto para adentrarse en los misterios ocultos desde la caída de nuestros primeros padres y vencer de este modo esa inclinación obstinada que nos marcó para toda la vida, ese estado de reconciliación con el Supremo a alcanzar con esfuerzo que esta en todo y en todos los bautizados, fuente y origen de la mas exquisita naturaleza humana, esa apertura a lo sagrado donde surge imperceptiblemente el gozo y la paz y aparece la verdadera sabiduría, que como la de aquellos Santos que dejaron todo por el Todo y arriesgaron todo por Todo, dieron origen a la palabra mas olvidada y escondida llamada SANTIDAD.

Santidad
¿Que significa Santidad y por qué alcanzarla? La vida parece ser un simple pasatiempo sin compromisos ni obligaciones por las cosas internas, donde lo exterior vence indiscutiblemente al interior sin previo juicio, donde se acomoda todo a nuestro antojo para incentivar el egoísmo y aumentar nuestro Yo y que nuestra inclinación primera se sienta bien, olvidando su naturaleza destruida y herida por aquel pecado de desobediencia que nos marco para toda la vida, donde solo con gracia y mucho esfuerzo por parte de uno y siendo conciente de una realidad superior e invisible se puede superar.
Bienaventurados somos todos los que intentamos cumplir la voluntad de Dios, partiendo de ahí, nos vamos dando cuenta, cuan difícil es transitar por ese camino que nos va llevando a la única y verdadera fuente que emana Santidad, por la cual sin ella, nos seria imposible acceder a ese estado natural y olvidado.
Adentrándonos un poco más en este hermoso y único misterio en el cual nos hacemos igual al que nos creó y que nos mantiene dignos frente al que es tres veces Santo, sentiremos que cada segundo de vida es un Don y nos dará la posibilidad de internarnos en los ríos de la gracia donde beberemos aquella agua verdadera de la que ya no tendremos sed jamás y que se convertirá en nosotros en fuente de agua que brota para vida eterna. Juan 4, 14