jueves, 4 de diciembre de 2008

Sean Santos I

La santidad sólo acepta unirse al hombre que la toma como única esposa. No acepta dársele como una esposa segunda.

El cristiano ha sido llamado en la Iglesia solamente a ser santo, y todo el resto —sabiduría o ignorancia, riqueza o pobreza, matrimonio o celibato, relaciones sociales o aislamiento, vivir aquí o allí, etc.— habrá de darse en él sea como consecuencia de la santidad o sea como medio mejor para tender hacia ella; es decir, según lo que Dios quiera.

Todo lo que el cristiano encuentre en la tierra habrá de ser tomado o dejado tanto en cuanto le ayude o perjudique para su vocación única, que es glorificar a Dios y crecer en santidad.

Por eso el cristiano que quiere vivir la vida cristiana, pero no quiere en realidad tender a la perfecta santidad, hace de su vida un tormento interminable, pues introduce en ella una contradicción gravísima e insuperable.

La flaqueza de la carne, es decir, la propia condición de pecador, y las insidias del diablo son enemigos mucho más fuertes y duraderos que los lazos del mundo, por ser éstos tan peligrosos y continuos.

A medida que vamos conociendo los pensamientos y caminos de Cristo, vemos que son contrarios en muchísimas cosas a los del mundo, y que «los pensamientos de los hombres son insubstanciales».

En la medida en que tendemos sinceramente hacia la santidad, la cual no podremos ir adelante si no vencemos al mundo, nos vamos liberándonos de nuestros condicionamientos negativos.

La búsqueda de la santidad suele encontrar en el mundo persecuciones muy especiales, que no se dan en el monasterio o en la vida sacerdotal y religiosa.

Poseer criaturas, y no estar apegado a ellas desordenadamente - aunque sea un poquito -, es más difícil que no poseerlas, y seguir a Cristo con el corazón libre. Es éste, sencillamente, el privilegio de la pobreza evangélica sobre la riqueza.

Convéncete, Toda santificación cristiana es obra sobrenatural de la gracia.


En nada deben frenar al Espíritu alegando que son laicos, y que «eso no va con la vocación laical» o «con la condición secular». Si Dios les da ayunar o hacer grandes limosnas, háganlo con acción de gracias. Si les da rezar la Liturgia de las Horas, háganlo sin dudar, y agradezcan al Señor tal privilegio.

La santidad consiste en la perfección de la caridad.

«Lástima de gente espiritual que está obligada a estar en el mundo por algunos santos fines, que es terrible la cruz que en esto llevan».

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