jueves, 15 de septiembre de 2011

EL ÁNGEL DEFENSOR


El ángel es también nuestro defensor, que nunca nos abandona, y nos protege de todo poder del maligno. ¡Cuántas veces nos habrá librado de peligros del alma y del cuerpo! ¡De cuántas tentaciones nos habrá salvado! Por eso, debemos invocarlo en los momentos difíciles y ser agradecidos con él. Cuenta la tradición que, cuando el Papa San León Magno salió de Roma a dialogar con Atila, el rey de los unos, que en el siglo V quería tomar y saquear la ciudad, se apareció un ángel gigante detrás del Papa. Atila, aterrorizado ante su presencia, mandó a sus tropas retirarse del lugar. ¿Era el ángel custodio del Papa? Lo cierto es que Roma se salvó milagrosamente de una terrible tragedia. Cuenta Corrie ten Boom en su libro “Marching Orders for the End battle” que, a mediados del siglo XX en el actual Zaire, durante la guerra civil, unos rebeldes quisieron tomar una escuela dirigida por misioneros y matarlos a todos con los niños que allí se encontraban, pero nunca consiguieron entrar en la misión. Uno de los rebeldes explicó más tarde: “Veíamos centenares de soldados vestidos de blanco y tuvimos que desistir”. Los ángeles salvaron a los niños y a los misioneros de una muerte segura. Santa Faustina Kowalska (1905-1938), la mensajera del Señor de la misericordia, dice en su Diario: "Un día caminaba y me fue cerrado el camino por una multitud de espíritus del mal, que me amenazaron con terribles tormentos... Viendo el odio tremendo que tenían contra mí, le pedí ayuda al ángel custodio y, en un instante, apareció la figura luminosa y radiante del ángel de la guarda, que me dijo: No temas, esposa de mi Señor, estos espíritus no te harán ningún mal sin su permiso. Aquellos espíritus malignos desaparecieron inmediatamente y el fiel ángel custodio me acompañó de manera visible hasta la casa. Su mirada era modesta y serena y de la frente salía un rayo de fuego" (I, 174). Santa Margarita María de Alacoque cuenta en su Autobiografía que "una vez el diablo me arrojó desde lo alto de la escalera. Llevaba yo en las manos un hornillo lleno de fuego y sin que éste se derramase, ni yo recibiera daño alguno, me encontré abajo, si bien cuantos lo presenciaron creyeron que me había roto las piernas; pero, al caer, me sentí sostenida por mi fiel custodio, pues tenía la dicha de gozar frecuentemente de su presencia". Muchos otros santos nos hablan de la ayuda inmensa de su ángel en los momentos de la tentación, como San Juan Bosco, a quien se le presentaba bajo la figura de un perro, a quien llamaba Gris, y que le defendía del poder de sus enemigos que lo querían matar. Todos los santos le han pedido ayuda en los momentos de tentación. Una religiosa contemplativa me escribía lo siguiente: "Tenía yo dos años y medio o tres años, cuando la cocinera de mi casa, que me cuidaba cuando estaba libre de sus deberes de la cocina, me llevó un día a la Iglesia. Ella fue a comulgar y, después, se sacó la hostia y la colocó en un librito y salió con prisa, llevándome en brazos. Llegamos a la casa de una vieja hechicera. Era una choza inmunda y llena de suciedad. La vieja depositó la hostia sobre una mesa, donde había un extraño perro y allí apuñaló la hostia varias veces con un cuchillo. Yo, que por mi pequeña edad no sabía nada de la presencia real de Jesús en la Eucaristía, tuve, en ese momento, la certeza inequívoca de que en aquella hostia había Alguien Vivo. De aquella hostia sentía salir una ola maravillosa de amor. Sentía que en aquella hostia había un ser vivo agonizante por aquel ultraje, pero que, a la vez, era feliz. Yo me acerqué para coger la hostia, pero mi criada me lo impidió. Entonces, levanté la cabeza y vi muy cercano a la hostia aquel perro con las fauces abiertas y con ojos de fuego que quería devorarme. Miré hacia atrás, como pidiendo ayuda, y vi a dos ángeles. Eran, pienso, los ángeles custodios, mío y de mi criada, y me pareció que fueron ellos quienes movieron el brazo de mi criada para alejarme del perro y me libraron del mal”. El ángel es nuestro protector y nos será de gran ayuda, si lo invocamos.

EXTRAIDO DE:
TU AMIGO, EL ANGEL
ÁNGEL PEÑA O.A.R.

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