jueves, 6 de noviembre de 2008

But evil doesn't die so easily

La disminución de la devoción al Creador es una de las enfermedades más graves del cristianismo actual. No es hoy frecuente invocar al Creador - al menos no lo es tanto como en otros siglos -. Las criaturas son vistas con ojos paganos, como si subsistieran por sí mismas. Esto, según las personas y circunstancias, lleva a la angustia, a la aridez espiritual, al consumismo ávido...

Hemos de contemplar la presencia de Dios en sus criaturas. Mientras el hombre no ve a Dios en el mundo, está ciego; mientras no escucha su voz poderosa en la creación, está sordo (Sal 18, 2-5; 28). Santa Teresa cuenta que no fue educada en la captación de esa presencia, sino que la descubrió por experiencia (Vida 18,15).

Sabe Dios perfectamente cuál es el bien que promueve y cuál el mal que permite para un bien mayor.

Dios da a los que sinceramente le buscan luz suficiente para ir acertando con Su voluntad.

En todo caso, sí puede decirse en términos generales que cuanto más espiritual y santo es un cristiano, con más facilidad capta la providencia de Dios sobre su tiempo, sobre las personas y las obras.

Dice San Juan de la Cruz que el hombre «para llegar a Dios, antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender».

Una serena confianza caracteriza el corazón de los cristianos. Pase lo que pase. El hombre necio y carnal vive en la inquietud, se altera por cualquier cosa, es «una caña agitada por el viento» (Mt 11,7). El cristiano sabio y espiritual guarda siempre su alma en la confianza, porque se fía de la amorosa providencia del Señor. Nuestra vida está en las manos de un Dios que nos ama, y que todo lo gobierna.

Este abandono confiado en la Providencia divina ha marcado tan profundamente la espiritualidad del pueblo cristiano que tiene numerosas expresiones en el habla común: «Que sea lo que Dios quiera», «Dios proveerá», «Dios dirá», «Dios quiera que»..., «Si Dios quiere» (+Sant 4,15), «Con el favor de Dios», «Gracias a Dios», «Así nos convendrá», «No hay mal que por bien no venga», «Todo está en manos de Dios», «Dios escribe derecho sobre renglones torcidos», «Dios da la ropa según el frío», «Dios aprieta, pero no ahoga», «El hombre propone y Dios dispone», etc.

Los santos nos dan ejemplo de audacia evangélica porque confían en la providencia. Ellos están convencidos de que «Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios»

«No hay evangelización verdadera -dice Pablo VI- mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios» (Evangelii nuntiandi 8-XII-1975, 22).

Para comprender y vivir el amor al prójimo lo más importante es haber contemplado el amor de Cristo a los hombres.
-porque la contemplación de Cristo nos transfigura en él. «Contempladlo y quedaréis radiantes» (Sal 33,6).

Gran misterio: la obra más santa de Dios confluye con la obra más criminal de los hombres.

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